El 31 de diciembre es el cumpleaños de Haydée Santamaría Cuadrado (Yeyé).
Ella nació el último día del año por su propia voluntad.
Según su hermana Aida, realmente un 28 vino al mundo, y su madre Joaquina
anotó que fue el 30 a las nueve de la mañana.
Sin embargo, su abuela paterna supo de su nacimiento un 31 de diciembre de
1922 y fue tanta su influencia, que para Haydée esa jornada era la de su
cumpleaños y un tiempo más tarde, cuando pudo cambiar su fecha de aniversario,
decidió certificarla así.
Contaba su hija, Celia María Hart, que, entre todas las flores, Yeyé
prefería el girasol porque aún siendo tan hermoso no renunciaba a ser
inteligente, fácil de plantar y útil.
Proporcionaba, además, un buen aceite y se sembraba en campos abiertos al
sol y al agua. Era en definitiva, una flor revolucionaria.
Y Haydée también fue una bella girasola. Cuando de la mano de mi madre
descubrí de sus bondades en un pequeño pueblo al Sur de Las Tunas, supe cuánto
estremece su recuerdo a los pobladores del municipio de Amancio, tras más de
cuatro décadas de su presencia allí.
Le llamó Macondo, por aquel poblado mágico de la novela de Gabriel García
Márquez, Cien Años de Soledad.
La historia la honra por ser una de las dos mujeres asaltantes al Cuartel
Moncada, quien, además, perdió durante esa acción armada a su hermano Abel. De
aquel 26 de julio de 1953, más que dolor, Haydée sacó fuerzas.
Con solo sexto grado fue la cabeza de una familia infinita, que comenzó
siendo la casa de América, y hoy resguarda arte de todo el mundo.
¿Quién se atreve entonces a cuestionar que con apenas su nivel primario no
estaba a la altura de los grandes intelectuales de su tiempo, o mejor dicho, de
cualquier tiempo? Ella era una artista, justo como aquel grado que Fidel le
puso al Che.
Para imaginarla, su hija Celia María decía que trataran de integrar la
independencia de una Simone de Beauvoir, con la pureza de Juana de Arco, o más
simple: la poesía intimista de Anne Sexton, con el compromiso frontal,
arraigado y único de la revolución de Fidel Castro, en la que empezó a vivir
desde sus mismos inicios.
Haydée Santamaría nació al mundo un 31 de diciembre.
Para recordarla la mejor forma es imaginarla así, sentada en el malecón
habanero, justo como decía su hija: "llena de luz, disfrutando su entrega
a esta misteriosa obra de Fidel que nunca termina, que no terminará
jamás".
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