Cada uno de sus relatos y anécdotas me han
transportado en el tiempo hasta aquella madrugada del 26
de julio de 1953.
Hace varios
años fui por primera vez al cuartel
militar convertido hoy en escuela. Son desgarrantes las imágenes de los
revolucionarios torturados hasta la muerte, la ropa ensangrentada, los objetos
personales de Haydée, Mario Muñoz, Renato
y tantos otros. E igualmente es impresionante la pasión y valentía de aquellos
hombres que en plenos carnavales, se unían para derrocar la tiranía. Tenían
varias procedencias, desde los más humildes choferes, hasta estudiantes
universitarios.