En
un nylon de soyurt Noel guarda sus pensamientos más lúcidos. Deambula por Las
Tunas con un maletín deshecho, de zipper roto y bolsillos deshilados. Hace 11
años se graduó de Derecho en la Universidad de Camagüey (UC). Es débil visual,
pero ya se está quedando ciego.
“Voy
al palacio de los matrimonios a que me vendan un maletín nuevo” —me dice al
reconocer mi voz y recordar mi nombre, porque mi rostro es apenas una mancha
borrosa.
“El
administrador es mi amigo y me dijeron que hay unos bolsos a 200 pesos para
quienes pertenecemos al Ministerio de Justicia. El mío ya hay que cambiarlo”.
Lo
miro alejarse por el parque Maceo. Me quedo con ganas de una entrevista. Mi madre me anima aunque la deje sola. Un
débil visual graduado de Derecho, 11 años después, puede ser un buen testimonio,
aunque su historia no sea una crónica de domingo de Julio Acanda. No termina
feliz.