Las Tunas, septiembre 28/2018
Para lo único que mi madre no tuvo valor fue para
quitarse la vida, justo cuando su vida llegaba al final. Una vez, hace años, me
prometió que se quitaría la vida si se volvía dependiente, si volvía el sufrimiento
de aquellos días de julio cuando murió mi hermana Kenia. Pero no pudo cumplir
con su promesa. Al contrario, cada mañana agradecía a Dios por abrir los ojos y
despedir a José Kmilo antes de irse a la escuela, (“Chao pescao”— justo sus últimas
palabras este 28 de septiembre— “A la vuelta picadillo siempre respondió él” )
y agradecía también tomarse la leche caliente que le preparaba mi hermana, y
sentarse conmigo a ver la novela de las 11. Mami no quería morir, aunque le
doliera ser una carga para nosotras, y nos mirara con vergüenza cuando no podía
bañarse sola o sostenerse por sus propias piernas.