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viernes, 14 de junio de 2013

Fotos de carnet: una colección de felices carencias

Nixis en la secundaria.
La primera foto que tuve de Migue fue una de su carnet de los camilitos. Cuando aún ni pensábamos ser novios, y una profunda amistad se consolidaba, decidió darme ese recuerdo durante los últimos días del primer año de la universidad.
 Sin embargo, no era Migue la primera persona que me hacía ese regalo. Como en una especie de colección desde la secundaria ya mis amigos me daban esos retratos que significaban el comienzo de una vida independiente aunque fuera solo para el carnet de la UJC. La primera en hacerlo fue Nixis, a los 14 años, quien a la altura de sus casi 25 y su reciente maternidad estoy segura no recuerda aquel regalo que una vez me dio. 

Aún conservo unas cuantas de esas fotos. De amigos a quienes no veo desde hace tiempo, otros que siguen junto a mi como parte inseparable de mi vida, y otros que desde hace años se marcharon del país.
En aquellos inicios del año 2000, cuando el siglo XXI venía cargado de incertidumbre, hacerse una foto de carnet, era como posar para una del pasaporte. Cuando aquello no todos teníamos cámaras ni posibilidades de hacer el photshop y tirarnos cientos de fotos en la casa hasta que alguna quedara bien.
Eran tiempos de carencias, menos tecnología y más alegrías y despreocupaciones. Tal vez no eran los tiempos sino la edad, pero recuerdo cuántas vueltas di para que mi foto fuera a color y no en blanco y negro como en muchos servicios, incluidos los del estado.
En aquel reducido lugar, el fotógrafo te tomaba una única foto, en la cual salía desde la cara sudada hasta la mueca que sin querer pusiste. No había chances de posar, repetir o ver el producto previamente revelado.
Eran fotos más espontáneas, sinceras. Por eso adoro esas fotos de carnet, que me recuerdan a mis amigos, como verdaderamente son.


Jorgito en la Universidad



Nosley en el pre

Waldy en 10mo grado

José Mario en la secundaria

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