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jueves, 2 de abril de 2015

La tozudez de una joven de estos tiempos (+ Galería de fotos)


  Foto: Yaciel Peña de la Peña
  Yo no podré nunca renunciar a mis principios, aunque a veces me parezca que las cosas pueden hacerse diferente y aun cuando no siempre levante la mano como señal de aprobación. Nada podrá arrancarme mis raíces, si bien prefiera pocas veces andar “audifonada” por la calle, sin ganas de ver, oír o decir.
  No importa si alguien me juzga más de una vez por expresar mis pensamientos y hacer cuanto digo, en definitiva tal conducta debiera ser normal.

  Cada generación tiene algo por decir y hacer, un Moncada para asaltar. Y mi deber con esta obra revolucionaria, imperfecta y estoica —en la cual creo —, me lo tomo en serio.
  Esta Cuba mía, aunque es la misma de mis padres y abuelos, ya no es igual. Sabe todavía a médicos en África, al regreso de los Héroes, a barbudos aún entre nosotros; pero, además, tiene sabor a Internet, nuevas tecnologías, reguetón, cuentapropismo, inversión extranjera y ¿por qué no? también a emigración. Toda una Isla en medio del mar Caribe mas nunca aislada, con hijos y hermanos creciéndole en todos los continentes, como pétalos de flor de león.
  Por eso no podré jamás renunciar a mis principios, ni desistir de la rebeldía y frescura de mis veintitantos; de la sensación de libertad en un concierto de Buena Fe; del deber de tomar la palabra en una reunión donde no soy delegada; de la brisa de un malecón lleno de adolescentes en un fin de semana; o, incluso, del vandalismo de escribir mi nombre y el tuyo en una pared de un barrio a oscuras.

  Aunque en mi cuarto la bandera colgada sea la de un club de fútbol español y tenga mucho que decir de series anglosajonas o coreanas, no me quitarán nunca el orgullo al escuchar el Himno en las premiaciones de unos Juegos Olímpicos; o al sentir en mi puño la fuerza del Nockout de los Domadores; o al celebrar los éxitos de músicos del patio en cualquier rincón del mundo; o al erizarme los pelos cuando algún despistado pregunte mi nacionalidad.
  Yo decidí soñar a Cuba. Y debido a esos muertos por sobre los cuales estoy viva, quienes recibieron la bala dirigida a mí —tal expresa aquel poema de Fernández Retamar—, mantengo mi tozudez, como una digna joven de estos tiempos.

  




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