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martes, 24 de diciembre de 2013

A cuenta de los jóvenes, el cuentapropismo




¡¿Cibernética?!... Disculpen la expresión de asombro, pero realmente no encontré otro modo de reaccionar cuando aquella muchacha, enclaustrada entre zapatos, bolsos y bisuterías de todo tipo, remarcó: sí, eso estudié. La verdad, siempre observé con inquietud la inclinación de muchos jóvenes hacia el trabajo por cuenta propia; mas la realidad supera cualquier especulación sobre el asunto.
De acuerdo con Leonel Alonso Rodríguez, subdirector de empleo en la dirección provincial de Trabajo y Seguridad Social en Cienfuegos, al finalizar 2013 más de 950 estudiantes universitarios “alternaban” sus ocupaciones escolares con el desempeño en algún negocio. La cifra, nada considerable, padece deflación, en tanto obvia otras complejidades.
Al margen quedan, por ejemplo, quienes abandonaron  los estudios o desistieron de esa posibilidad para sacar adelante un restaurante o un discreto timbiriche. Y por si fuera poco, otro gran número de adolescentes asientan sus expectativas de vida en el desarrollo de la iniciativa privada, a semejanza de una mayoría –menor de 35 años– involucrada hoy, aquí, en actividades del sector no estatal.
Vista hace fe. Sin embargo, preocupante resultan las razones que sirven de combustible al fenómeno, y por ende, las consecuencias por venir. De hecho, el escritor LeonardoPadura Fuentes en su artículo Cuba, un futuro imperfecto, difundido por la agencia IPS, expresó su desconcierto y arrojó claridad en torno al tema.
“Oficios informales existen en todo el mundo. Pero proliferan, sobre todo, donde existen problemas de pobreza y desempleo. En Cuba casi desaparecieron por décadas, en parte por razones económicas y en parte por compulsión social.
“El resurgimiento y auge de estos modos de ganarse la vida tiene como causa económica la desproporción entre salarios y costo de la vida, y como principales protagonistas a jóvenes. Son personas en muchos casos todavía en edad escolar (pre o universitaria) que han optado, o se han visto obligados a optar, por la calle en lugar de un pupitre", apuntó.
Un porqué, a no dudar, parece derivar de la desprofesionalización. Hablamos de licenciados, ingenieros, arquitectos…, cuya remuneración apenas satisface necesidades básicas. Mientras, persisten individuos que, sin realizar esfuerzo o sacrificio similares, perciben una cantidad de dinero superior, discordante con sus capacidades y aportes al sistema socialista.
De ahí la repetida alusión a la “pirámide invertida” para enfatizar la deformación imperante en nuestra sociedad, aunque, particularmente, apostaría por una representación geométrica menos entendible. Y esto porque, pese a la intención gubernamental de situar cada cosa en el lugar que merece, el camino se torna más defectuoso.
En este sentido, el cuentapropismo anda lejos de figurar como la solución ideal. Viene a ser, al contrario, catalizador de un proceso también negativo, aun cuando se le debe reconocer la generación de fuentes de empleo alternativas, la eliminación de formas de gestión ilegales, y la inserción al trabajo de personas desvinculadas.
Lo nocivo asoma en la acentuación de las desigualdes y, especialmente, en la manera en que denigra el ejercicio de los profesionales. Y ya no hace falta lupa para advertir dicha manifestación: un elaborador de alimentos consigue y rebasa en una jornada las ganancias obtenidas en un mes por el maestro de su hijo.
Quizás el ejemplo parezca exagerado y burdo; nada en comparación con sus implicaciones. Los jóvenes emigran hacia la iniciativa privada, y lo hacen, a veces, en menoscabo de anhelos personales, sabedor de que sus aspiraciones no alcanzarán para servir, con regularidad, un “plato fuerte” en la mesa o calzar unos tenis a la moda.
Entonces, lo truncan todo, y acaecen situaciones harto frustrantes. Telecomunicadores e informáticos recién graduados empeñan sus conocimientos en la reparación de celulares (los más afortunados logran conformar una especie de cooperativa); filólogos que venden pizza y refresco; y hasta periodistas interesados en probar suerte con algún negocito particular.
La búsqueda de una mejor calidad de vida (solo en el aspecto material) corrompe a las nuevas generaciones. Investigaciones realizadas por el Centro de Estudios Sobre la Juventud (CESJ), subrayan la presencia de este sector etario en las formas de empleo no estatal en la Isla: significan cerca del 32 por ciento. Claro, detrás subsiste una maquinara enrevesada. Las ubicaciones laborales, en muchas ocasiones, no se avienen con el perfil y los deseos del graduado universitario; incluso, apenas garantizan la etapa de adiestramiento. Y luego…
Subsistir por cuenta propia aparece como la mejor opción. La tendencia a la universalización y la falta de perspectiva en cuanto a los profesionales en formación, coadyuvan al despilfarro de recursos humanos. Tal “lujo” deviene paradoja, al conocer del galopante envejecimiento de la población cubana y la urgencia de renovar las fuerzas productivas.
Los servicios, sector terciario en cualquier economía, aumentan. En cambio, se pierde la oportunidad de “explotar” a los jóvenes en el desarrollo de la agricultura, la construcción, la industria, el turismo y la ciencia, o simplemente utilizarlos como fuentes de ingresos al país mediante los mecanismos de colaboración internacional.
Impera, creo, una escasa visión  sobre cómo aprovechar el talento y la energía de los muchachos que egresan de institutos y universidades de la nación. Una salida pudiera ser la concepción de nuevos proyectos que enrolen a los jóvenes en su quehacer.
Por supuesto, invertir constituye palabra de pase si queremos ordenar la economía. Y el futuro exige eso: consumar propuestas visibles y palpables; mientras, a paso de tortuga, se intenta compensar, monetariamente, a los profesionales conforme a sus desempeños.
El cuentapropismo no puede convertirse en vocación, ni afán de la juventud. Sería como gastar en vano, y al final, pagar después por tan craso error. Y este, ¿a cuenta de quién iría?...

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