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miércoles, 7 de enero de 2015

La sobreviviente (¨+ Audio y Video)



                                            A mi hermana Kenia, porque ella también puede ser una sobreviviente. A los pacientes y enfermeros de la Sala de Oncología del Ameijeiras

Cuando se descubrió el nódulo hace más de un año, aún había remedio. Lo que pensó era solo una displasia no solo se apoderó de su seno izquierdo sino además de su pulmón y huesos. Ahora un cáncer con diseminación hacia otras partes del cuerpo era más difícil de contener. Sin embargo, aún no era demasiado tarde.
Algunos dicen que pudo ser el propio estrés lo que provocó el aumento progresivo de la enfermedad, otros que el miedo a aceptarla retrasó su confesión a los médicos.
 A esa hora apeló a todas las religiones, curanderos y milagros. Llena de fe y optimismo, a pesar de la caída de cabello y la extirpación de sus mamas, se enfrentó a la quimioterapia y radiaciones.

Resistió así a todas las presiones, a las cifras alarmantes sobre el cáncer, al miedo intenso de la muerte.
A pesar del énfasis en los autoexámenes y las pruebas capaces de detectar precozmente un tumor, no entendió sino hasta ese duro momento aquella frase que ponían tanto en la televisión: A tiempo se gana tiempo.
Sabedora de la importancia del estado ánimo para enfrentar una enfermedad y apoyada por su familia, luchó con todas sus fuerzas contra la desesperación y la tristeza, contra las lamentaciones y los reproches, contra las horas perdidas.
Y no es que la mente hiciera desaparecer de un tajo padecimientos físicos o crónicos, pero la fuerza del cerebro y los buenos pensamientos, pudieron perfectamente contribuir a su recuperación.

La familia era su prioridad, fueron ellos su principal razón para seguir adelante. Por eso no pudieron los efectos de los sueros citostáticos detener su anhelo de vivir. No pudo un pronóstico de vida reservado por los médicos. Sus deseos de seguir adelante y sobreponerse a los contratiempos de la vida fueron más intensos. Como decía aquel niño con leucemia: Cualquiera se enferma.
No se avergonzaba de su cabeza “rapada”. Con un turbante o cualquier gorro que combinara con la ropa, salía de la casa con el ímpetu de siempre. Aunque ya nunca pudo volver a trabajar, pasaba por allí a saludar a sus amistades, esas que lo en malos tiempos no dejaron de acompañarla.
Decidió simplemente no darse por vencida. Ella decidió sobreponerse al cáncer y ser también una sobreviviente.


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