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lunes, 8 de julio de 2013

Una entrada para el Viejo que no muere


Alejandro me decía siempre “la reportera del crimen” por aquella frase de la serie Jessica Fletcher que de seguro le gustaba cantidad y que en Cuba pusieron todas sus partes. Hoy es un día triste porque Alejandro murió de un infarto al corazón. Era un buen amigo de la familia, esos que no toman partido por mamá o papá a pesar del divorcio; de esos con los que a veces no quieres hablar por estar apurado, pero que siempre están dispuestos a escucharte. No sé qué edad tenía Alejandro. “El viejo”, le decían todos, pero seguramente no pasaba los 70.

Cuando ya estaba jubilado mi papá lo fue a buscar para que lo acompañara con sus conocimientos en la ENIA.
Y otra vez mi papá lo mandaba a buscar ahora, esta vez para que lo acompañara también, pero en tierras asiáticas. Fue así como descubrió Alejandro que tenía problemas en el corazón. Y qué cubano no los tiene con estos días de problemas, limitaciones y escasez económica y moral. Pero qué cubano era Alejandro. De esos fieles que marchan junto a la Revolución sin condiciones, a pesar de tener solo una bicicleta china que ni monta por los años, y tener que coger un contrato porque el dinero sigue sin alcanzar para alimentar a la familia. Pero no murió de un infarto por tensiones o discusiones en el trabajo. Murió cuando iba tranquilamente a hacerse análisis al hospital. Cuando terminaba su chequeo para poner una válvula a su corazón, pero no aguantó el corazón de Alejandro. Y su partida me ha dejado llorando toda la mañana y esta lejanía maldita, no me deja abrazar a su mujer y su hija y darle un último adiós.
La primera vez que lo vi iba con mis padres a Varadero. Más de diez horas compartimos juntos en un viaje interminable por el tiempo y el calor. Él y mi madre habían ganado un viaje a Varadero por vanguardia nacional. Yo apenas tenía seis años. Casi han pasado 20 desde aquel día que recuerdo como si hubiera sido ayer. Y yo no quisiera llorar, pero cómo no hacerlo. Me quedé debiéndole esa entrevista que mil veces me pidió medio en broma, medio en serio. Me quedé sin decirle tantas cosas, sin enseñarle mi primer artículo en un periódico nacional o un trabajo en la televisión. Me quedé sin enseñarle mi casa cuando visitara a su familia en Juaraguá, Cienfuegos. Me quedé sin palabras….

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