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viernes, 27 de enero de 2012

Lejos también tengo mi casa


Han pasado casi 5 meses desde que me separé de mi familia, y aún puedo sentir el olor de la que siempre será mi casa. No pasa un día sin que no necesite a mi madre y a mis hermanas. Siempre supe que no estaba preparada para la separación, y aún así lo hice, detrás de un amor incondicional, de esos que llegan una sola vez.
Por eso no me arrepiento, pero cuánta falta me hacen los míos.  A veces cuando estoy triste me imagino sentada en una de las butacas de la sala, la del espaldar más maltratado. 
En esa sala llena de búcaros, flores y figuritas de yeso, barro o vidrio como le gustan a mi mamá, y que mi hermana Ara odia porque se acumulan en ese pequeño espacio de apenas 9 metros cuadrados.

A veces hasta me imagino en el baño pintado de verde, tirada en el piso siempre impecable por las limpiezas de mi hermana, tirada en el piso donde tantas veces me encerré a llorar para que nadie me viera.
Aún no me gusta que me vean llorando, aunque muchas veces es inevitable dejar salir una lágrima o disimular el nudo en la garganta cuando a veces como ahora, pienso en mi familia.
Hasta me imagino a mis vecinitos Liony y Lioskito dibujando en  hojas desechables o simplemente haciendo las tareas de su prescolar y segundo grado respectivamente, tutoreados siempre por mi hermana, que por fin dentro de unos meses podrá tutorear a su propio hij@. No puedo imaginarme estando lejos de mi primer sobrin@, pero prefiero no pensar en eso por ahora.
O a veces me imagino mi cuarto, ese que aunque ya no me sienta será mío siempre, con mi camita personal, justo al lado de la de mamá, que custodiaba cada noche mis sueños.
Han pasado 5 meses y aunque ya esta tristeza y nostalgia no vuelven tan seguido, no pasa un minuto en el que no necesite y eche de menos a mi mamá y mis hermanas.

1 comentario:

  1. Linda, glenda. Aunque yo te vi llorar más de una vez, jiji. Besitos y recuerda que en Camagüey tienes familia también. Tere

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