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domingo, 15 de marzo de 2015

Los tenedores que le faltan a la luna


Por Zulariam Pérez Martí
Alguien los clasificó primero: "Los servicios estatales son la luna y los cuentapropistas  el sol naciente". Y aun cuando tal predicción astronómica pudiera estar determinada por muchos factores, incluyendo la diferencia en precios, no podemos dudar ni un segundo su veracidad si tomáramos en cuenta la calidad del servicio. 
Díganme si no han sentido la frialdad y escasez de agua potable en los coppelias de Cienfuegos o la presencia de abundantes meteoritos (en forma de moscones) caer a toda velocidad en los panes exhibidos en cualquiera de nuestros bares. Y la expresión marciana de los dependientes gastronómicos, los cuales muchas veces solo gesticulan para evitar el contacto con simples terrícolas.
Tantas heridas acumuladas hacen dudar entonces cuando alguien propone comer en un sitio estatal. No es que los cuentapropistas estén exentos de manchas, sino que prefieres ser agraviado en un espacio físico donde nunca lo fuiste. Eso de tropezar dos veces con una misma piedra funciona en la luna, no en el sol...
Pero una colega insistía en el restaurante El Marinero del Club Cienfuegos, perteneciente a la sucursal del Grupo Empresarial Extrahotelero Palmares. "Este sitio de la Perla del Sur, da fe de que calidad y servicio pueden marchar codo con codo al ostentar ya la categoría Tres Tenedores (...) La clasificación le fue conferida por un equipo del Ministerio del Turismo y evaluaron entre otros parámetros: confort, imagen, servicio, mobiliario y gestión del personal", resaltó quien atiende la esfera del ocio en la redacción y con tal estilo fue transmitida la opción al grupo de amigos.
La tarde caía cuando la coincidencia de criterios apostó por visitar el lugar, además atraídos por la vista del mar, los barcos anclados...
¿Desean comer? ¿Al aire libre o dentro del salón? ¿Festejan alguna fecha? ¿Primera vez en nuestro restaurante?, fueron algunas de las preguntas de cortesía aun cuando fuéramos cubanos, elemento importante, pues no siempre funciona así en los complejos turísticos, mas hablaremos de ello cuando vuelva la luna.
Todavía las embarcaciones se veían nítidas al sentarnos en una terraza encantadora, de esas que solo dejas de mirar cuando te presentan la carta y ya pasan cuatro horas sin probar bocado. Muchas, muchísimas opciones empañaban la vista, pero las sugerencias empezaron a llover y con ello el pedido que nunca fue escrito por parte del dependiente.
Ni el entrante tan siquiera, ni el vino, ni el postre..., todo navegaba en la mente de aquel experto que trabaja en "los tres tenedores". Y como hijos del Período Especial dudamos de su capacidad, incluso nos movimos inconscientemente de los asientos para tiranos fotos mientras llegaba el surtido.
La mesa fue puesta y, por cierto, con la cantidad de cubiertos necesarios para degustar lo pedido, parece un detalle al azar, sin embargo, muchos centros estatales y del turismo, poseen hoy un número limitado de esa instrumentación, lo cual congestiona el servicio.
Llegó el vino y los modos de servirlo hizo más noche a la noche. Toda una maestría, toda una elegancia... Luego, cada uno recibió su entrante, el plato solicitado, la atención personalizada que incluyó un postre de regalo para quien cumplía años. Y nada brotó de un papel, nada de unos asientos marcados en la mente. Todo salía de un servicio pensado para conquistar espacios en tierra firme. Una comida exquisita, un trato de primera línea..., como para no dudarlo ni un segundo.
¿El precio? En muchas paladares están más escandalosos, además eso demanda un estudio en profundidad cuyos resultados nos obliga a remitirnos en  lo vano e impotente que se pone de a poco el salario y que está al margen de mi jurisdicción. Otro más.
 Hablemos del restaurante El Marinero y su ejemplo en Cienfuegos. Ojalá toda nuestra galaxia estatal cercana algún día se contamine con los aires de ese marinero... ¿Será que le faltan los tenedores a la luna? 


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