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viernes, 26 de octubre de 2012

Camilo: una sonrisa, un pueblo.


Hace más de medio siglo la muerte te arrebató la vida con apenas 27 años. No hubo un cuerpo para rendirte honores, pero nació la tradición de arrojar flores al mar en cada octubre. 
Porque así fue tu sonrisa, tan grande como el mar.
Así fuiste Camilo,  jaranero desde niño, humilde y altruista como te enseñaron tus padres Emilia y Ramón. Comenzaste siendo sastre, por herencia paterna, pero tus dotes para la escultura te iniciaron en la Academia de Artes Plásticas San Alejandro
Más, a penas tres meses pudiste mantener ese sueño. En los desmanes de una Cuba sufrida, tu familia no podía sustentar tus estudios, y como tantos otros, cuando aun no cumplías, 15 empezaste a trabajar.

Luego, cuando pudiste enrumbarte como adulto, llegaste a Nueva York con la esperanza de mejorar económicamente tu vida.
Pero la Gran Manzana no era lo que imaginabas. Decepcionado volviste a tu Isla para apoyar los movimientos revolucionarios de los estudiantes. Justamente, en una manifestación de protesta y en honor a Antonio Maceo recibiste con 23 años, tu primer balazo.
Te viste forzado entonces a partir nuevamente a Estados Unidos y más tarde a México. Allí conociste de una causa a la que dedicarías el resto de tu vida.
Al principio te rechazaron, pero al conocerte aceptaron que los acompañaras en el viaje.  Algunos dicen que fue por tu delgadez….
Fue entonces cuando en aquel yate de recreo para 12 llegaste con 81 hombres que cambiarían la historia cubana para siempre, y conociste a dos amigos a quienes serías fieles hasta la muerte: Fidel Castro y Ernesto Guevara.    
 Bajo las ordenes de Fidel primero, en la columna José Martí, y luego en la Ciro Redondo, del Che, supiste mostrar tu estirpe de revolucionario, siempre a la delantera, como un Señor de la Vanguardia.
Por tus méritos fuiste ascendido a comandante y dirigiste hacia el Occidente la columna invasora Antonio Maceo, travesía que te convirtió en el Héroe de Yaguajay
 Y cuando desapareciste en aquel vuelo del Cessna 310- C, en algún lugar entre Camagüey y La Habana, el pueblo estuvo varios días buscándote. No podían creer que desaparecieras así, de la nada.
Desde entonces cada 28 de octubre tu recuerdo se esparce entre las aguas que bañan tu tierra amada. Desde entonces, los niños, incluso desde un río, pueden sentir que sus flores llegan hasta el océano, que es como llegar a ti: Camilo.
Fue entonces cuando en aquel yate de recreo para 12 llegaste con 81 hombres que cambiarían la historia cubana para siempre, y conociste a dos amigos a quienes serías fieles hasta la muerte: Fidel Castro y Ernesto Guevara.    
 Bajo las ordenes de Fidel primero, en la columna José Martí, y luego en la Ciro Redondo, del Che, supiste mostrar tu estirpe de revolucionario, siempre a la delantera, como un Señor de la Vanguardia.
Por tus méritos fuiste ascendido a comandante y dirigiste hacia el Occidente la columna invasora Antonio Maceo, travesía que te convirtió en el Héroe de Yaguajay. 
 Y cuando desapareciste en aquel vuelo del Cessna 310- C, en algún lugar entre Camagüey y La Habana, el pueblo estuvo varios días buscándote. No podían creer que desaparecieras así, de la nada.
Desde entonces cada 28 de octubre tu recuerdo se esparce entre las aguas que bañan tu tierra amada. Desde entonces, los niños, incluso desde un río, pueden sentir que sus flores llegan hasta el océano, que es como llegar a ti: Camilo.

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